Ernesto Oroza y Fernando Gutiérrez,
La amistad de dos singulares trayectorias vitales y profesionales.
Tras el colapso de la Unión Soviética a principios de los años noventa, Cuba entró en una crisis económica conocida como «El Período Especial". En medio de la pobreza generalizada, se establecieron relaciones activas y experimentales con los objetos a través de prácticas como la reparación, reutilización y refuncionalización de sus piezas. Estas prácticas, desafiaron las lógicas de producción y consumo al comenzar a suplir necesidades distintas a las de su propósito. Todo objeto podía ser reparado o reusado en su contexto u otro diferente, separando al objeto occidental del ciclo de vida asignado por la industria y posponiendo la hora de su desecho.
Este primer desacato al que Ernesto Oroza acuña como «Desobediencia Tecnológica» organizó e inscribió su propia noción de tiempo al fenómeno productivo cubano, y fue la primera expresión de un irrespeto creciente hacia la identidad de los productos, y un desafío a la nociones de verdad y autoridad que esa identidad impone.
De tanto abrirlos, repararlos, fragmentarlos y usarlos a su conveniencia, los cubanos terminaron desestimando los signos que hacen de los objetos occidentales una unidad o identidad cerrada. La Desobediencia Tecnológica, posibilitó un trabajo de re-apropiación y elaboración de dispositivos, calificados desde la lógica de consumo como precarios u obsoletos, pero repletos de potencialidades tanto prácticas como de conocimiento y reflexión crítica.
No Waste, 2003. El encuentro.
Con los ojos puestos en esa experiencia, y sin mitificar o idealizar la pobreza y escasez que sufrían los cubanos, a mediados de los noventa, junto con la cooperativa Laboratorio de Creación Maldeojo que Ernesto fundó con el poeta y cineasta Nelson Rossell y el diseñador Fabián Martínez, Oroza se dedicó a recorrer su país natal buscando estos «objetos de necesidad». En 2003 algunos de los registros de Oroza conforman la publicación No Waste.
A inicios de los dosmiles, el entonces socio de la famosa firma de diseño mundial Pentagram, Fernando Gutiérrez, descubre estos «objetos de necesidad» de Oroza y le propone reunir sus registros en la célebre serie de documentos anuales exclusivos Pentagram Papers. De este encuentro, nace Pentagram Papers 32: No Waste, una publicación que diseña Fernando con edición de Alex Marashian, su editor en Colors, documentando los ingeniosos artículos cotidianos de la Cuba de los noventa y que es, a la postre, una reflexión sobre nuestra forma actual de vivir y consumir.
Fernando Gutiérrez nació en Londres, de padres españoles donde hoy vive y tiene su estudio. Graduado en diseño gráfico por el London College of Printing, a lo largo de su carrera ha trabajado desde Londres, Barcelona, Madrid, Roma y Treviso, con organizaciones de prestigio como El País, Matador Arts Magazine, Colors Magazine, El Museo del Prado, Pace London, Tate Modern, The V&A y The Design Museum.
Anteriormente trabajó en CDT Design, Londres Summa, Barcelona y en 1993 cofundó, en Barcelona, con Pablo Martin Gráfica, donde sus trabajo adquirió una notable reputación, es especial a través de su innovador diseño editorial para Tentaciones, un suplemento del diario El País, dirigido al sector juvenil. En el 2000, Fernando dejó Gráfica para convertirse en socio de la consultora de diseño internacional Pentagram, que abandonó en 2006 para fundar Studio Fernando Gutiérrez, dónde actualmente crea para todo tipo de reconocidas organizaciones internacionales.
Miembro de la Alliance Graphique Internationale (AGI) desde 1997, en 2014 fue nombrado Royal Designer for Industry por la Royal Society of Arts. Fernando es un miembro habitual de los paneles de jueces de los premios internacionales de diseño y fotografía, y miembro del consejo asesor de Goldsmiths Press y miembro del consejo editorial de Eye Magazine (la revista internacional de diseño gráfico).
Ernesto Oroza, Diseñador, artista e investigador, licenciado en el Instituto Superior de Diseño de La Habana, director del 3er ciclo de Diseño e Investigación en la École Supérieure d'art et de design de Saint-Étienne, y director editorial de Azimuts.
Ernesto Oroza se ha interesado por las arquitecturas de la necesidad, la desobediencia tecnológica y otros temas que vinculan diseño y sociedad en tiempos de crisis económica y política. Produce y difunde modelos especulativos e investigaciones a través de diversos métodos editoriales, exposiciones, prácticas colaborativas, documentales e incursiones poco ortodoxas en la arquitectura, el interiorismo y el diseño de objetos.
Oroza ha sido acreedor de becas de la Fundación Guggenheim en Nueva York, Harpo Foundation LA y Villa Vassilieff, París. La “desobediencia tecnológica” es un concepto acuñado por Oroza que consiste en desafiar la opacidad de los diseños basados en la obsolescencia programada. Defiende que el diseño tiene que tener en cuenta la reparación.
En los 90 la casa cubana se convirtió en un laboratorio de invenciones y supervivencia». Así, aprenden a desmantelar la identidad original de las cosas y cambiarlas por otra. Oroza se dedica a fotografiar, archivar y escribir sobre estos objetos y muchos de ellos son exhibidos en muestras de arte en diferentes lugares.
Además, le ha puesto un nombre a este fenómeno de estudio: «desobediencia tecnológica», al que define como una forma de revelarse frente al consumo desenfrenado del capitalismo que permite resignificar la cultura y hallar soluciones hogareñas frente a la necesidad.
"Laboratorio de Creación Maldeojo, a creative cooperative based in Havana, was founded in 1999 by filmmaker and poet Nelson Rossell and designers Ernesto Oroza and Fabián Martínez. Since the mid-1990's member of Laboratorio de Creación Maldeojo have been traversing the country, documenting and collecting "objects of necessity."--on front flap.
NO WASTE October 14, 2003
Pentagram Papers 32. Pentagram Design, London, 2002.
A project by Ernesto Oroza and Laboratorio de Creación Maldeojo
with design by Fernando Gutiérrez and an introduction by Alex Marashian. This 2003 edition by the international agency Pentagram Design contains pictures of vernacular objects created as a result of economic penury.
Bajo el rótulo de “desobediencia tecnológica”, analiza cómo en el contexto de precariedad técnica y material en Cuba a partir de los años 90, se establecen relaciones activas y experimentales con los objetos a través de prácticas como la reparación, reutilización y refuncionalización de sus piezas, las cuales desafían las lógicas de producción y consumo actuales y comienzan a suplir necesidades diferentes a las de su propósito original: bandejas de aluminio utilizadas para reparar antenas de televisión, discos de vinilo como reemplazo de hojas de ventiladores o latas de gaseosa como recipientes para lámparas de kerosene, entre otras cosas. Estas creativas invenciones describen un cambio fundamental en cómo la sociedad comienza a percibir los materiales y, a través de ellos, se fue forjando un discurso propio de la comunidad cubana posibilita un trabajo de re-apropiación y elaboración de dispositivos, calificados desde la lógica de consumo como precarios u obsoletos, pero que encierran potencialidades tanto prácticas como de conocimiento y reflexión crítica permiten exponer y defender esta producción.
Desobediencia tecnológica es uno de estos argumentos y tiene la función de contextualizar al objeto de la necesidad dentro de un discurso de diseño más universal. Como las prácticas recurrentes eran de re-uso, el movimiento terminó siendo una revisión radical y puesta en cuestión de los objetos y procesos industriales desde una perspectiva artesanal. Los cubanos realizamos en colectivo una disección contingente e implacable de la cultura industrial. Lo interesante es que esta radicalidad venía de tareas domésticas simples como reparar, acumular o adaptar el escaso grupo de objetos que habían quedado en la isla cuando colapsaron la producción nacional y las importaciones.
Es decir, fue en los hogares mientras se hallaban soluciones a necesidades de la familia donde se acunó la desobediencia. Fue en el ámbito familiar donde se consolidó ese irrespeto absoluto por las lógicas autoritarias y los códigos cerrados inscritos en los objetos capitalistas contemporáneos que son, por lo general, egoístas, excluyentes y han sido pensados para sublimar la noción de producto o mercancía, en detrimento de su función como útil. El carácter desobediente de muchos de los objetos del período especial emparenta a la producción cubana de la crisis con los análisis e intereses del diseño orientado socialmente en todas partes del mundo. Es en este sentido que la Desobediencia Tecnológica me permitió relacionar esta producción con otras posiciones radicales de la historia del diseño y la arquitectura.